Vuelta al viejo terror: Haber hablado de nada con nadie

Haber hablado querida Alejandra, no importa con el sexo que, ese sí es el terror, pues es el arrepentimiento. Y cuando pienso en mis largas horas frente a un teclado o, para desgracia mía (producción que jamás salvaré dado el paso de mi vida de despeñadero en despeñadero) un lápiz y un papel, ganas me dan de arrancarme los ojos como a ti te pasase declarándolo en tu poema en la sala de los psicopatológicos, ellos, los doctores, no las desgraciadas presas allí, moribundas. Abriéndote los ojos, ¡sacándotelos!, en una casa en ruinas, la de las mejores vidas siempre escombros en medio de la demoledora mediocridad, pensando en mis años de escritura continua, 15 ó 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio de las analogías, tratando de configurar, tú dijiste "atroz", pero no, tu brillante materia verbal errante. Errante de no saberse guarecida, cuando la palabra no guarece, no saberse aceptada, saberse no incluida, por tanto marginada, del mundo de los "profesionales": la mediocridad ejercida para mediocres, esa la mejor definición de semejante término "profesional de algo", del mundo de los profesionales y su clientela sin criterio.