Esa era la palabra que te amparaba hermana, compañera del alma, Sombra, Espíritu, haber sabido reconocerte, reconocerme, en medio de la sopa de letras universal de todos los lenguajes: Somos, fuiste, el animal mojado de agua negra, eso sin duda, Palabo arrasado, Verboto ennegrecido; y ellos, generalmente, el semen viejo, pues esa polla escribe, o pene, si prefieren, o pollo; o si chocho escribe, escribe así como la que es hueso que despista.
Alguna palabra que me ampare del viento,
alguna verdad pequeña en que sentarme
y desde la cual vivirme,
alguna frase solamente mía
que yo abrace cada noche,
en la que me reconozca, en la que me exista.
Alguna verdad pequeña en que sentarme
Como quien pide una silla infantil,
que no de ruedas,
mientras otras anduvimos detrás de tronos,
Verdades tan supremas que echasen a dios abajo
desde su altura de chulo criminal perdona vidas,
y quien dice esa entelequia, dios, dice todos los mandatarios de la tierra,
en forma de pandilleros armados con pistolas u oro,
o los otros, no menos mafiosos, que esgrimen libros,
los semen viejo, las huesos que despitan,
con idénticos fines que los de las pistolas y el oro.
Alguna frase solamente mía que yo abrace cada noche.
Tantas fueron las mías, tan muertas por las circunstancias,
tantas tan hermosas,
que yo he preferido abrazarme a tu Voz que desde el más allá vino
abrazándome a la Voz que aquí dejaste...
Sea que sirviéndote, me sirva.
