

Sombras talladas por un relámpago negro, estas bellas extraviadas no hallan en la noche la casita de Hansel y Gretel, sino a otra viajera más sombría y dotada del poder de ocultar. Con ella se abrazan y en ella desaparecen como quien entra en una gruta encantada....
Muy estético querida; pero qué gran mentira. Un relámpago blanco me talló allá en mi pubertad, y desde luego siempre carecí, al igual que tú, para desgracia de nuestra supervivencia, del poder de ocultar; y tampoco jamás estuvimos extraviadas sino en el grado en el que la crueldad y la torpeza, la injusticia, la miseria moral ajenas nos perdieron. Que somos almas de cuento, Hansel y Gretel... no sé si tragármelo. Siempre, hasta en mi infancia, desprecié la absoluta estupidez de los llamados relatos infantiles, no "Alicia", pues el pederasta de Dogson sólo quiso recrearse en aquella niñita traspasándole todo su adulto intelecto paradójico, nada de bobadas de chocolate y otras reposterías, por muy siniestras que tú las vieras impulsada a ello por las pésimas escritorzuelas con las que te codeaste, aquella estúpida que vertía los cuentos a lo libidinoso (o sádico masoca, siempre es así la líbido --líbido, me gustaría que no me corrigiesen, cuando la eufonía reclama hacer una esdrújula de esta palabra) sin otra creatividad.
Nos hemos reconocido, nos hemos desaparecido, amigo el que yo más quería. "Los cuerpos poéticos"