o éste ya llegado, que nos caliente la cama, sin otro compromiso que al día siguiente desaparecer sin molestias, sólo el vacío mutuo de haber follado sin fundamento como tanto sexo se hace para bajeza moral del entero mundo, pues éstos no admiten, dado que son mayoría, que el mundo sea cosa otra que lo que su sexo establece, algo no más allá del derecho de pernada, importa poco si consentido (aquélla sobre la que se practica el tal derecho bien educada por su circunstancia para entender que no otra cosa se espera de ella)
Duele (¿duele?, no seamos hipócritas nosotras también, desprecio nos inspira) ver a tipos como Cortázar, que tanto quisieron o quieren sintonizar con el pueblo o los valores humanitarios, cómo a dos años de su amiga muerta (de la cual hiciese un epitafio que más pareció una burla y por ello, escupitajo, Alejandra o Flora P. Kolikovsky, Poesa rusa, como ella quiere, desde ese Otro Mundo en que se encuentra, ser conocida) ya la había olvidado por completo, y habla con pseudo poetas nicaragüenses costarricenses, en su estancia, más que aventura, en Solentiname, de los poetas amigos vivos y muertos o ausentes, sin acordarse para nada de su amiga (QUE MÁS FUE PUEBLO QUE ELLOS, NO SOLAMENTE ESTAR SINO SER, QUE POR EL PUEBLO, EL NO CONCEDER ÉSTE LUGAR ALGUNO A LA ESCRITURA AUTÉNTICA Y A SUS MÁRTIRES, SIEMPRE MÁRTIRES, REPRESENTANTES, FUE SACRIFICADA), habla ¡de Gertrude Stein!, que, ¿qué tenía la misma de poeta, ni siquiera de escritura auténtica extraída de las profundidades?, sólo fachada y ni siquiera auténtica, la óptica del bien decir bien pensar enturbiada por su circunstancia personal económica y por la atmósfera más bien nublada del estúpido tiempo en que vivió (cualquier tiempo pasado fue peor, será siempre peor aunque el futuro nos deparase la desaparición de la especie, perfectos candidatos, tan a la par de los dinosaurios, para ese final); que ¿qué tenía ésta de poeta, como también los demás de los que hablaban o estaban, incluido él?
Sólo dos días habían pasado, o dos años, del famoso epitafio-escupitajo a una memoria.
Roque Dalton, poeta (le pegaron un tiro; pero a tantos poetas y no poetas, algo peor que eso, muerte instantánea al menos, y no 30, 40 años de forzada mudez, miseria e injusticia, o cinco, o los tres últimos de Alejandra y la mezquindad del mundo cultural o no que la rodeaba y desembocó en lo que desembocó: generalazo propiciado por la cultura hecha por parásitos, por ineptos, por almas con débitos a su estatus; miseria, injusticia, sufrida en pleno siglo XXI que él no llegaría a conocer, ni toda la panda de "cultos comprometidos"), ¿quién fue?; y el otro "poeta" con finca propia en las tierras de las supuestas revoluciones o intentonas hipócritas de lo mismo, empiece el "poeta" por repartir lo que le sobra y a otros quitarían sus antepasados y luego hable de conciencia, igualdad de base y revoluciones;
o Ernesto Cardenal, "y qué abrazo, poeta". Con tantos "poetas" por su causa vimos qué fue de Nicaragua, como qué fue del mayo del 68: todos los mismos ladrones de dinero u oportunidades (oportunidades, tanto o mejor que cualesquier fortuna), todos a la caza y captura de su económica promoción o del renombre (tantas veces mucho mejor que cualquier depósito en cualquier banco)
¿Y Claudine, el coño de turno que se desliza tras su jornada laboral tan suavemente en la oscuridad hacia el satisfacer nuestros instintos y que a la mañana se marcha con mucho mayor sigilo, "la gata"?
¿Claudine ese alma de cántaro que nos la describe en dos líneas, tan despreocupada por lo terrible que sucede en América... Ibérica, por qué latina, y que a él, ¡gran alma de poeta tan sintonizada con todos los asuntos sociales!, le lleva a vomitar a solas en el baño? (vomitar es un decir, pues a lo que ha ido, y nada de paraditas en el baño, quizá para una meadita ya que su copa con yelo él se la trasegó mientras contemplaba las muertes en imágenes o en su imaginación de todos aquellos desgraciados, pues a lo que ha ido es a servir una copa a su querida, qué menos si te traen la sesión porno a casa y sin tener que pagar emolumentos a prostitutas)
Entran ganas de vomitar, pero siempre tras leer la gran literatura. Vomitamos en todas las grandes máscaras literarias de todos los tiempos e incluso en la supuesta perfección, no humana, literal de sus líneas.
