

Y aquí viene la enseñanza parabólica: Hasta en la condición quedar reducido a un guiñapo físico hay clases, o la circunstancia o dios hacen distingos. El obtiene nuevas bodas, publica nuevos libros, habla con sintetizador de voz hecho a su medida, tiene plena libertad, dentro de sus horrorosas restricciones, de moverse en esa silla, con la que, esa u otra parecida, tuvo un accidente de tráfico al cruzar una calle y pensar que le daría tiempo antes de que se le echase el coche que venía hacia él encima; y ahí teníamos a nuestra navarra eutanasiada en Granada, reducida al lecho al que le condenaba el que nadie le diseñase mecanismo tan sofisticado como la silla de Hawking, reducida a la nada intelectual y social sólo por no haber recibido una educación que le otorgase un título en cualquier carrera universitaria y por tanto una plaza de hecho en el mundo; amén, por supuesto, de no poder tener nuevas bodas, ella con más motivo, pues que muerto el marido, no como Hawking, todo un divorciado o de los que se pueden permitir el lujo de escoger la costilla que te herede o te dure el tiempo que; y amén, claro está, de no disponer de toda una pléyade de secretarios que te sigan a todas partes apuntando, bajo la batuta directriz de la enfermera última mujer puesta en ese connubio yo creo que por las editoriales para controlar la gallinita de los huevos bestseller por Hawking conocida, cuanto pensamiento se te ocurra para así conformar el material de tus próximas y exitosas publicaciones.
¿Hay o no hay que hasta en la condición quedar reducido a un guiñapo físico hay clases, o la circunstancia o dios hacen distingos?