
Así fui yo para merecerme la candidatura a estar en esta sala de danzas o de autopsias tardías, para que otro "caballero", quizá no tan cruento como el que en manos de éste me puso, parezca invitarme a la, también terrorífica, danza del horroroso sobrevivir, vivir nunca, que fue llamado hembra. Así dejé de ser, como la mujer que pusieron de espaldas a la vida (¡Que ella no se puso!: Una de las tantas "honradas" tesis, tan criminales como nuestros asesinos, que las "respetables autoridades" hacen circular para ilustración de los pobres ignorantes pueblos) en la fotografía de abajo, cuando un congénere del que al parecer ahora me invita con tanta deferencia, pensó, y en base a consideraciones incluso jurídicas, que entre sus derechos se contaba el de acceder a mi vagina del modo que le pareciese, previa o subsiguiente tortura, previa y o, ¡no!, ¡previa y!, antes y después de utilizar mis órganos y vísceras al modo que a su polla, solo cerebro, pareciese... De tal modo que esto es lo que produjo su polla sarnosa sidosa leprosa sifilítica: la sacralidad de mi vida convertida en despojos por un cobarde moñigo, además impotente, por ello folla con navaja y en cámaras de tortura con la víctima bien sujeta no le aseste una patá en los huevos (también sarnosos, sidosos, leprosos, sifilíticos de también violar a tantas monas de la selva a las que traspasan, ¡ellos les traspasan!, a las monas, y de ahí a todos los simios, el sida, y no al revés) una patá en los huevos sacándoselos por el cogote.