Ni siquiera yo misma.
Nuestra tragedia: De tanto, tantos,
no me refiero a historia personal , única, exclusiva,
tan sin relevancia para ser narrada, de nadie, nunca.
De dentro, muy dentro,
no acontecimientos puntuales,
que quizá nunca debieron suceder,
de tantas biografías.
Pocos muy pocos, si es que existen,
son agraciados con la oportunidad de contarlo.
Y aunque el silencio no tenga
ningún prestigio hechizante
sino asesinante,
ésa su abominable condición,
ese pacto de sombras
para tantos, tanto,
y aunque el presidente Zapatero decrete la amnistía
a punto de terminar el mundo, ultimados ya nosotros,
sobre temas tan de fondo como el amor el sexo.
¡Pero hay más!
Ancho y profundo es el océano que nos engulle,
nadie podrá medirlo ni sanarlo,
con esa condición de sanación, sanadores,
que Alejandra diese a la Poesis mayúscula,
las Poesas, cual ella, ídem,
¡nadie!, ni siquiera llamando a dios "hijoputa",
que diría nuestro loable Antonio Machado
del que escupe a dios en los altares o poeta,
"hijoputas", a todos los manipuladores humanos
en los que delega,
ésos, ¡ése!, asesinos culpables de los ríos de sangre
= dolor,
aunque viesen sus uñas estilo damisela
creyéndolas saneadas de sangre
limpias de horrendas responsabilidades.
Nadie contará nuestra tragedia,
ni siquiera yo misma,
y por más libros sobre libros que se escriban...
Lo indecible perfectamente infinito
como nuestra tragedia.
¿Día es, otro Sol o Amor, en un Otro Mundo
donde el Infinito no pertenezca al gº de la tragedia
condición de indecible
sino al Amor
y tus bellos Palabos,
ríos Verbotos
tan bellos como locos
tan atropellados,
a sí mismos de sí mismos
de querer decirse todos
todos lograrlo?
Si ha de morir, ha de morir rompiendo
todo el silencio que guardara siempre,
escribí de mi padre a la orilla de su muerte,
y el rayo pone una escalera de ira
entre el cielo y la tierra,
concluía:
eso es lo único que queda.
¡Yo, que jamás guardé silencio
y precisamente eso me haya costado mi entera vida,
y hasta mi entera obra,
mi palabra entera!
Mi sagrada palabra, o hermosa, o verídica,
ahí la tenemos
arrastrada por los ríos de lodo
por el silencio que se guardó siempre,
¡por el silencio, la inexpresión, exigida a lo mejor,
siempre con su máscara de tragedia o circo
para entretener a senadores emperadores de todos los imperios romanos!
Ultimados por esa navaja de la falta de respeto o de tribuna
para quien-es- tuvo algo que decir -tuvieron-
de tantos, tanto.
Yo sólo auguro al mundo una Gran Maldición,
tal la que le sobrevino a Argentina tras ultimar a Alejandra Pizarnik,
por ese silencio cobarde decretado para lo mejor,
por ese silencio en el que nos ahogaron.
Y puede firmar esto la Poesis Universal
... O sólo Carmen López,
una de las tantísimas así llamadas en España
