"La rebelión es mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos" Alejandra Pizarnik-en esta vida

"Solo veo rosas" Alejandra Pizarnik-más allá de esta vida-

Solo soy pura rebelión, vino a decir... aunque no sola estás

Vos no está sola. Y esta rebelión se hará. Y no desde la soledad. No desde cuatro gatos somos y por eso nos pisotean. ¡Una ola de Rebelión vendrá que tambaleará los cimientos podridos de estas sociedades!

se escribe como se habla se escribe como se es el alma

viernes, 9 de marzo de 2007

Cuatro o cinco tíos, con no más que unos pocos años más que una, que más años son los que me separan de la juventud tan descerebrada de hoy, cual

todas en toda época; con no más de unos pocos años más que una, cuatro o cinco viejos verdes (decirles "viejos" es proponer una verdad, a pesar de lo bien conservados que suelen estar, a más años que cumplan, todos los vagos; pero calificar "verdes", es ser suaves con el adjetivo) sorprendidos en estas palabras. Dice uno a otro de ellos: -Vamos, como que tú no le metías un buen tortazo por detrás a la Bibi Anderson; claro, por detrás (aclara el sodómico) Y mientras me alejo, oigo la respuesta exclamativa del otro: -¡Por detrás, claro!
Este atajo de camaradas o camisas viejas, todos igual a la hora de lo mismo (no sé ni para qué hubo guerras ni hay partidismos, sobre todo en ellos: todos igual a la hora de lo mismo) a éstos, uno a uno, que no se la debe ni empinar a la vera de la desgraciada, que lo fue de que las circunstancias regalasen su vida a semejante explotador que no compartidor de la misma, que no se la debe ni empinar el recuerdo de todas las vejaciones, violaciones, y otros abusos que emplease como vida sexual con la pobre desgraciada, pensando en encular a la Bibi Andersen para notar que le resucita, aunque sólo de boquilla, la entrepierna.
Yo no paseo una cámara por Calcuta para dejar testimonio de cómo se viola en repetidas ocasiones a una mujer que agoniza en plena calle, y todo esto, agonía con violación, con vistas a la santidad madre Teresa y otros colaboradores que no les llega para socorrer a tanto dantesco esqueleto por las calles de las ciudades indias; yo sólo paseo mis orejas por la prisión, más o menos domiciliaria, de mi barrio.
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