LA VOZ DE LA ESPOSA
Estaba oyendo una orden de amor en mi entraña
una orden de amor tan violenta
que me sentí arrastrada
por una tormenta incomprensible
de piedras y de rayos.
(Ay Hernández, que se me viene a la oreja una música tuya
que no acabo de ubicar,
música de tu poema de amor contra la muerte de tu amigo)
¡Y entonces ocurrió!:
Una orden de amor.
Cual si fuese la fundación de alguna clerical
con sus ritos específicos
de azotes y otras laceraciones rituales
tendentes al conocimiento,
a la comunión
con lo superior a ti.
¡Una orden!
Siempre tan necesitada de ser dirigida
conocida,
necesitada de la comprensión
del pertinente correctivo,
ilustración,
que al auténtico placer me llevase:
este de estar viva y sumisa
a la ola de la todo superioridad del Cosmos,
aunque cual si se tratase del más potente orgasmo,
tu voluntad doblegada poseída de lo que así te violenta
si para su placer:
tu placer,
si para su orgullo:
el tuyo;
viva y sumisa a esa orden de amor en tu entraña
que te crece hasta brotarte en la boca
rosas o enteros jardines de
“sí quiero”.
De no ser porque le pego en mi "I only see roses" en ya.com tan abandonadito y sólo porque abrí por error página para este mes de junio y este año allí, y así rellenar de algo... Pues para nada hubiese pegado aquí. Sí, por ese falso pudor que nos lleva a rechazar lo más íntimo o desecharlo como... un excesivo desnudo de alma y vísceras que para nada tienen los demás que conocer. Falso pudor o pudor auténtico. Desde luego hay una auténtica violencia en esto de dejarlo colgado aquí, donde supongo alguien me lee, violencia que no siento allí en mi página en ya.com dado que nadie abre aquel diario. Diario con muchas sandeces, pero también auténticas maravillas. Que ¿estarán íntegras? Si todavía no solvento aquello de la desaparición de los dos mb de texto en el diario primero de los míos en la red "Solo veo rosas"
